Vivimos rodeados de plástico. Un material versátil, derivado en gran medida de los combustibles fósiles. Los plásticos tienen numerosas aplicaciones beneficiosas para los seres humanos. Desde dispositivos médicos hasta conservación de alimentos para prevenir su deterioro. Es el desarrollo industrial más influyente reciente que ha impactado en los hogares de todo el mundo, pero en las últimas décadas hemos abusado de su utilización, extendiendo su uso a funciones innecesarias.
El consumo de plástico ha crecido exponencialmente. La producción mundial ha pasado de dos millones de toneladas en 1950 a casi 500 millones de toneladas en 2023. En todas partes del mundo, empleamos materiales que tardan más de 500 años en degradarse, para usos que apenas duran cinco minutos.
Empaquetamos y sobreempaquetamos en plástico artículos cotidianos, como agua, frutas, carnes y pescados. Empacamos contenedores de plástico en plástico. Hay plástico en la estructura de nuestros hogares, en los marcos de nuestros coches, en las fibras de nuestra ropa. Agregamos productos químicos que pueden ser peligrosos y los combinamos con polímeros no reciclables, haciendo imposible su reutilización y reciclado. La huella ecológica global es permanente, y su impacto acumulado grave para la vida de los ecosistemas y la salud humana.
La contaminación por plástico en el océano se ha multiplicado por 10 desde 1980. El 85% de los desechos en el mar son plásticos, amenazando la conservación de especies. Ballenas, delfines y marsopas; aves marinas y tortugas confunden los desechos de plástico con alimentos o quedan atrapados en ellos. Incluso los hábitats más inaccesibles del planeta ―desde la Antártida hasta la Fosa de las Marianas― ya están afectados por la degradación del plástico. A través de la cadena alimentaria también se encuentran microplásticos en nuestros cuerpos, con consecuencias poco comprendidas para la salud humana.
La mayoría de los plásticos no reciben ningún tratamiento al final de su corta vida útil, por lo que el problema de acumulación de residuos está aumentando. Si no tomamos medidas urgentes, los 11 millones de toneladas de plástico que ingresan al océano anualmente se triplicarán en los próximos veinte años.
El problema global de la contaminación por plástico está empeorando, pero tenemos lo necesario para responder a este desafío. Estamos viendo a la sociedad civil organizar campañas de limpieza a gran escala para eliminar plásticos de la tierra, los ríos y los océanos. Se han establecido empresas exitosas en asociación con comunidades pesqueras basadas en la recolección y reutilización de plásticos marinos. A través de la investigación y el desarrollo, el ecodiseño evita la generación de residuos y ayuda a mejorar su gestión. Los gobiernos están desarrollando normas para el transporte marítimo seguro de pellets de plástico. La cooperación entre todos estos actores comprometidos es parte de la solución. Pero no acabaremos con el problema de la contaminación por plástico, a menos que pensemos en soluciones para abordar su producción y consumo a niveles sostenibles. Para problemas globales, soluciones globales.
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En el frente multilateral, el Tratado sobre la Conservación y Uso Sostenible de la Biodiversidad Marina más allá de las Jurisdicciones Nacionales, adoptado en 2023, es histórico y nos ayudará a proteger la biodiversidad marina en aguas internacionales. El pasado diciembre, la COP28 de Dubái concluyó con una decisión que sienta las bases para la transición lejos de los combustibles fósiles. En las negociaciones en curso sobre la explotación de los recursos del lecho marino, priorizamos el principio de precaución para preservar nuestro patrimonio mundial. En consonancia con estos avances, también es hora de actuar con la urgencia y la ambición necesarias para proteger los océanos y nuestro entorno más amplio de la contaminación por plástico.
Hace dos años, en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, jefes de Estado y ministros de 175 países alcanzaron una resolución histórica: forjar un acuerdo internacional legalmente vinculante para poner fin a la contaminación por plástico. Este mandato, resultado de la cooperación multilateral en su nivel más alto, nos insta a completar las negociaciones en 2024. La comunidad global recibió esta decisión con satisfacción, ya que este nuevo tratado será el más significativo desde la firma del Acuerdo de París. No podemos defraudarlos.
Este es el contexto en el que hoy, en el Día de la Tierra, ministros y otros representantes de alto nivel estamos reunidos en Ottawa antes de la cuarta ronda de negociaciones. La comunidad científica acaba de celebrar la Conferencia del decenio para los océanos, en Barcelona. Hemos renovado, en la Conferencia nuestro océano en Atenas, los compromisos de nuestros gobiernos para proteger reservas marinas y biodiversidad. En junio de 2025 está programado que nos reunamos en Niza para la próxima conferencia de las Naciones Unidas sobre el océano, con el objetivo de aumentar la ambición en la protección. Esa es nuestra hoja de ruta colectiva.
Es hora de demostrar nuestro compromiso y poner sobre la mesa todo el capital político necesario para la reunión de Ottawa. En las próximas semanas nuestros negociadores tendrán que avanzar significativamente en el texto sobre el alcance, las medidas, los mecanismos de financiación y los plazos para poner fin al uso derrochador de plástico a escala global. Su mandato es allanar el camino para que este diciembre el mundo pueda celebrar la llegada de 2025 como el primer año de la era sin plástico en los océanos.
España y Canadá se comprometen a ser defensores inquebrantables y socios en este esfuerzo y esperan aprovechar esta oportunidad para trabajar con colaboradores, sociedad civil, pueblos indígenas e industria para concretar este acuerdo histórico y poner fin a la contaminación por plástico. Más tarde será demasiado tarde.
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