No hay tiempo que perder, piensa Novak Djokovic: todo por los Juegos. En consecuencia, el tenista serbio pasará este mismo miércoles por el quirófano, en París —según informan L’Èquipe—, con el objetivo de reparar la rodilla que se dañó durante el duelo de los octavos contra el argentino Francisco Cerúndolo. “Desgarro del menisco medial”, precisaba el parte emitido por Roland Garros. Se perdería, por tanto, Wimbledon (a partir del 1 de julio) y apurará todo lo posible para llegar a tiempo a la gran cita de este verano en la capital francesa, a partir del día 26, su última obsesión. Después de haber coleccionado todos los trofeos y casi todos los récords habidos y por haber, el Belgrado, de 37 años, quiere redondear su recorrido con el oro olímpico que se le ha negado hasta ahora. Se colgó el bronce en Pekín 2008, pero le sabe a poco. Y, visto el panorama, prioriza.
Según precisa L’Équipe, la intervención obligará a Nole a estar al menos tres semanas de baja, por lo que no llegaría al grande británico y se encomendará a los tratamientos y a la rehabilitación que emprenderá desde mañana mismo para poder asistir a la cita olímpica de París. A la hora de maniobrar en un sentido u otro, pesa el deseo por colgarse ese oro y tiene en cuenta el balcánico las exigencias de la hierba, un territorio especialmente lesivo con las rodillas, resbaladizo y que obliga al jugador a la flexión pronunciada y prácticamente constante de las articulaciones. Por tanto, elige. A su edad, la posibilidad de participar en otros Juegos se reduce y Los Ángeles 2028 —los siguientes en el programa— quedan lejos. “Me encantaría estar allí, pero son cada cuatro años y no puedo comprometerme”, declaró en octubre.
Consciente de que los de París tal vez supongan el último cartucho, reacciona de inmediato. El lunes, esa “ligera molestia” con la que llegó al torneo derivó en la lesión, sufrió en la pista y venció; el martes por la mañana ya estaba en una clínica para hacerse una resonancia magnética; y este miércoles, descartado ya del grande francés, se pondrá en manos de los cirujanos, que abordarán el menisco mediante la técnica artroscópica, la menos invasiva. Inicia Djokovic una contrarreloj cuyo desenlace es incierto, en realidad; efectivamente, “podría llegar”, señalan distintos expertos, pero otra es cómo, en qué estado lo hace. Serán, siempre según L’Èquipe, un mínimo de tres semanas de parón, y después un margen inferior a tres para ponerse a tono e intentar recuperar unas condiciones más o menos óptimas.
Si finalmente no puede competir en Wimbledon, el major inglés perderá otro atractivo, habiendo sugerido ya Rafael Nadal que no disputará esta edición. Nole es, después de Roger Federer (8), el segundo tenista masculino que más trofeos posee (7). En concreto, triunfó en 2011, 2014, 2015, 2018, 2019, 2021 y 2022.
Reacio siempre al bisturí, en 2016 comenzó a litigar con una delicada lesión ósea en el codo derecho que al final no le dejó elección, así que en 2018, tras seis meses de pausa, se sometió a una operación en Suiza que trascendió cuando fue captado en el aeropuerto de Basilea con el brazo completamente vendado. “No soy fan, pero era inevitable”, expresó. El cuerpo de Djokovic, ese templo al que tantísimo mimo ha dedicado desde que se entregó a la corriente holística, no había sufrido daños reseñables al margen del percance en el brazo. Sin embargo, en el caso de profesionales de largo recorrido como él, la lesión de menisco suele responder a una degeneración progresiva. El suizo Federer no logró esquivar la intervención —en 2016, cuando tenía 34 años—, cuando se lastimó la rodilla mientras bañaba a sus gemelos, y el francés Jo-Wilfred Tsonga tuvo que permanecer siete meses de baja —cuando ya había superado la treintena— tras pasar igualmente por el quirófano.
14 años menos
Pero tal vez pueda agarrarse el serbio a la extraordinaria experiencia de Taylor Fritz. El estadounidense, hoy 26 años y 12º del ranking, sufrió en 2021 una desgracia similar, cuando se dañó el menisco de la rodilla derecha al caer sobre la tierra batida y tuvo que abandonar la pista de Roland Garros sobre una silla de ruedas, en la segunda ronda. Al igual que Djokovic ante Cerúndolo, pudo terminar el encuentro, pero en su caso lo perdió. Pocos días después pasó por el quirófano, y tres semanas más tarde ya estaba peloteando (y ganando un par de partidos) sobre la hierba de Wimbledon. Ahora bien, Fritz tenía entonces 23 años, 14 menos de los que hoy refleja el DNI del balcánico; quien, por otra parte, ha hecho gala siempre de una condición física superdotada.
“Me operé faltando solo 20 días para el torneo, y me dijeron que el plazo de recuperación sería de cuatro a seis semanas. Estoy seguro de que esto es lo más rápido que un deportista profesional ha regresado de una operación, dentro de una modalidad que requiere de cambios de dirección; quizá alguien lo haya hecho en el golf, pero no es lo mismo”, transmitía entonces. “Al parecer, bastaría con cortar una pequeña parte, y del resto no tendría que tocar nada debido a que el menisco estaba intacto. Me dijo que, para competir, no necesitaba que estuviera todo al 100%, solo la mayor parte. Me asusté un poco, pensé que si una pieza estaba dañada, quizá lo mejor sería repararla. Así que cuando me desperté, lo primero que hice fue preguntarle: ‘¿Lo reparó o lo cortó?’. La respuesta fue clara: ‘lo cortó’. E inmediatamente después, empecé a pensar en todo lo que debía hacer para llegar a Wimbledon. Soy muy testarudo y estaba muy decidido. Todos los días, cuando hacía mis tres o cuatro horas de fisioterapia, pensaba: ‘Wimbledon, Wimbledon, Wimbledon’. Nunca me desanimé”.
Y en esas está Djokovic, aunque el foco del número dos del mundo —desbancado automáticamente por el italiano Jannik Sinner— parece no estar en Londres, sino otra vez en el Bois de Boulogne. Parece querer Nole repetir destino: de París a París.
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