“La era del Estado presente ha terminado”, sentenció el lunes el presidente de Argentina, Javier Milei, para quien el rol estatal debe limitarse a la “defensa de la vida, la libertad y la propiedad”. Decenas de miles de personas salieron un día después a las calles para responderle con una manifestación histórica en defensa de la universidad pública y gratuita, un pilar del Estado argentino que hoy es cuestionado y desfinanciado por el Gobierno de ultraderecha.
Las columnas de estudiantes, profesores y trabajadores se concentraron en el Congreso argentino tras atravesar Barrio Norte, una zona de clase alta, cerca de donde se encuentran algunas de las principales facultades de la Universidad de Buenos Aires: las de Medicina, Economía, Derecho e Ingeniería. Marchando sobre la calle Azcuénaga, todavía lejos del Congreso, los manifestantes cantaban el himno nacional argentino frente a los aplausos y las bocinas de algunos curiosos que esperaban en las veredas.
A media tarde, con la plaza del Congreso a rebosar, la manifestación discurría en paz. El Gobierno había afirmado días atrás que no descartaba activar su protocolo de represión a los cortes de calle, pero la policía de la ciudad se mantuvo al margen. La protesta calentó en Congreso antes de comenzar a marchar hacia la Casa Rosada, la sede del Gobierno. Por las avenidas céntricas era casi imposible avanzar. Las redes de telefonía móvil no funcionaban por la aglomeración y los manifestantes coreaban consignas en defensa de la educación y contra Milei.
Hasta el Congreso llegaron estudiantes de Medicina en bata, cantando que la educación deberá seguir siendo pública y para los hijos de los trabajadores; llegaron docentes blandiendo libros, desde la Constitución hasta los Cuentos Completos de Jorge Luis Borges o las Obras Completas de Sigmund Freud; los estudiantes de Economía concentraron en su facultad con varios letreros en el aire. “Estudiá, no seas Milei”, “La educación pública es libertad”, “¿Por qué tanto miedo a educar al pueblo?”, decían algunos de ellos. Entre cientos de participantes, una chica había escrito un mensaje sobre un cartón: “Te hicieron creer que vivís en un país de mierda para que no lo defiendas cuando lo destruyan”.
El Gobierno intentó desacreditar la protesta por todas las vías posibles. Milei acusó primero de adoctrinamiento a docentes y alumnos de la Universidad de Buenos Aires, la más prestigiosa del país, y arremetió también contra toda la educación pública al considerarla responsable del “lavado de cerebro” de los estudiantes. Después, afirmó que se trata de una marcha “incentivada por la política” mientras que su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, advertía sobre posibles actos de provocación y no descartaba aplicar el protocolo de represión a los cortes de calles.
Bajo el lema “en defensa de la universidad pública”, se registraron marchas en más de una veintena de ciudades. Las universidades salieron a la calle contra el brutal recorte presupuestario del Gobierno. Sus fondos son casi los mismos que en 2023, pero en un país con una inflación del 288% interanual, la reducción real es cercana al 70%. Algunas facultades han comenzado a dar clases a oscuras o en la vía pública y otras han advertido que no se encenderá la calefacción salvo con temperaturas muy bajas, pero es insuficiente: la mayoría carece de recursos para afrontar el segundo semestre y la amenaza de cierre se vuelve cada vez más real.
El Ejecutivo anunció la semana pasada que había llegado a un acuerdo con los centros superiores para aumentar su presupuesto para gastos administrativos entre marzo y abril, pero los rectores de muchas de ellas han afirmado que el problema está en el congelamiento de los salarios de los docentes, que representan la mayor parte del presupuesto.
“Es una marcha a la cual uno concurre de forma triste y angustiada, no vamos contentos”, dijo el rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Ricardo Gelpi, horas antes de que arrancase. Gelpi defendió la pluralidad ideológica de una universidad gratuita a la que asisten más de 300.000 alumnos y que lidera los ránkings en Latinoamérica en varias disciplinas. “Lo del adoctrinamiento con todo respeto me suena un poco ridículo”, respondió Gelpi a Milei en Radio Rivadavia.
El rector de la UBA recordó que la movilización la encabezarán las universidades, pero no está en su mano la posibilidad de impedir “que parte de la sociedad política, o no política, sea parte”. Sus palabras estaban dirigidas a quienes intentan vincular esta manifestación con el peronismo por la participación anticipada por algunos de sus referentes, como el excandidato presidencial Sergio Massa. Figuras de la Unión Cívica Radical han defendido también que la sociedad se manifieste a favor de la educación pública.
El recorte presupuestario a las universidades se enmarca en el drástico ajuste ejecutado por Milei para lograr un superávit fiscal. Los números han cuadrado —y las acciones bursátiles argentinas suben mientras el riesgo país baja— a costa de reducir jubilaciones, frenar la obra pública, despedir a empleados públicos y dejar el sistema de salud y educación públicas al borde del colapso.
El deterioro se extiende a todos los niveles educativos. El Gobierno eliminó el Fondo de incentivo docente con el que las provincias pagaban parte de los sueldos de los docentes de las escuelas públicas. En paralelo, puso en marcha un plan de ayudas económicas destinado a los padres que envían a sus hijos a colegios privados.
Repetir el trasvase de recursos en la educación superior es más complejo. En Argentina, la universidad pública es vista como una de las últimas oportunidades de movilidad social para la clase baja y media de Argentina, empobrecidas tras sucesivas crisis económicas y más de una década de estancamiento. Milei conserva una popularidad elevada, cercana al 50%, que se ha resentido poco del ajuste. El ataque a la universidad pública ha tocado, sin embargo, un nervio sensible y ha despertado una resistencia hasta ahora inédita.
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