FAO y socios colaboran para asistir a más de mil familias vulnerables en el sur de Honduras

Frente al creciente impacto del cambio climático en su territorio, Honduras ha iniciado la implementación de medidas de acción anticipatoria para reducir los efectos de eventos climáticos extremos, como sequías prolongadas e inundaciones intensas, en comunidades particularmente vulnerables. Esta estrategia preventiva se articula en torno a la identificación temprana de riesgos, la planificación comunitaria y la activación oportuna de recursos antes de que se materialicen las emergencias.

Las acciones anticipatorias son un enfoque innovador que busca romper con la lógica tradicional de respuesta reactiva ante desastres naturales. En lugar de intervenir cuando ya han ocurrido daños, este modelo apuesta por actuar con base en pronósticos confiables y alertas tempranas, lo que permite a las autoridades y comunidades prepararse y reducir tanto las pérdidas humanas como los daños materiales.

Una de las regiones priorizadas es el Corredor Seco, una zona históricamente afectada por la escasez de lluvias y la degradación ambiental, lo que limita la producción agrícola y agudiza la inseguridad alimentaria. En esta área, se han implementado planes locales que incluyen la distribución preventiva de alimentos, la provisión de agua potable, el fortalecimiento de la infraestructura hídrica y la capacitación de líderes comunitarios en gestión de riesgos.

En regiones sujetas a fuertes lluvias y deslizamientos, como el oeste del país, se han implementado protocolos de vigilancia meteorológica continua, junto con el fortalecimiento de refugios temporales, rutas de evacuación y medidas para proteger los cultivos. El objetivo es minimizar el efecto de las lluvias en casas, escuelas y medios de vida antes de que las precipitaciones lleguen a niveles críticos.

Estas medidas son parte de un enfoque global que conecta a diferentes instituciones gubernamentales, grupos humanitarios, entidades educativas y comunidades locales. La cooperación entre instituciones facilita que los datos se transmitan con más agilidad y que los recursos se gestionen según criterios técnicos y prioridades basadas en la vulnerabilidad social y climática.

Los mapas de riesgos climáticos, elaborados a partir de datos históricos y predicciones meteorológicas, se han convertido en una herramienta esencial para tomar decisiones. A través de ellos se reconocen áreas de gran impacto y se planifica una intervención que se ajusta a las necesidades particulares de cada comunidad. Igualmente, se fomenta el empleo de tecnologías como sistemas de alerta temprana por SMS, radios comunitarias y plataformas digitales para alcanzar poblaciones aisladas.

El enfoque de acción proactiva posee asimismo un aspecto económico significativo. Las proyecciones señalan que por cada dólar destinado a prevención se pueden economizar hasta siete dólares en gastos de emergencia y reconstrucción. Esta efectividad ha impulsado un incremento en la inversión tanto a nivel nacional como internacional en planes de preparación y resiliencia.

Aparte de la infraestructura tangible, se promueve activamente una cultura preventiva en el ámbito comunitario. En escuelas, cooperativas de agricultores y colectivos femeninos, se imparten cursos y sesiones de aprendizaje que instruyen sobre cómo leer alertas del clima, conservar alimentos y agua de manera segura, y resguardar los hogares utilizando recursos del entorno. La meta es involucrar a la población en la resolución de sus propios desafíos.

Las autoridades han indicado que el cambio climático ya no es un escenario lejano, sino una situación actual que está modificando los patrones de lluvia, disminuyendo la disponibilidad de recursos hídricos y elevando la frecuencia de fenómenos extremos. Frente a esta realidad, se ha adoptado el compromiso de incorporar un enfoque preventivo en las políticas públicas, abarcando la planificación urbana, agrícola y sanitaria.

Honduras se suma así a una tendencia global que reconoce la importancia de prepararse antes de que ocurran las crisis. Las lecciones aprendidas en este proceso pueden servir de ejemplo para otros países de Centroamérica que enfrentan desafíos similares, en una región especialmente expuesta a los efectos del clima.

Por Radames Paredes