El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha advertido al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de que el apoyo de Washington a Israel dependerá de las medidas que ese país adopte para proteger a los civiles en la guerra en Gaza. Ambos líderes han hablado este jueves por teléfono por primera vez desde la muerte de siete cooperantes internacionales de la organización World Central Kitchen (WCK), fundada por el chef español-estadounidense José Andrés, en un ataque israelí en la Franja. La conversación ha durado menos de 30 minutos, según la Casa Blanca, y Biden le ha reclamado a Netanyahu un alto el fuego en Gaza.
Biden dejó clara “la necesidad de que Israel anuncie y ponga en práctica pasos específicos, concretos y tangibles para limitar los daños a los civiles y el sufrimiento humanitario, y garantizar la seguridad de los cooperantes”. También, que “la política de Estados Unidos hacia Gaza quedará determinada por nuestra evaluación de los pasos inmediatos que Israel dé sobre esas medidas”, indica la Casa Blanca en un comunicado. La oficina presidencial no menciona la posibilidad de imponer condiciones a la ayuda militar que Estados Unidos aporta a Israel, algo que la Administración Biden ha descartado de manera sistemática desde el comienzo de la guerra y pese a una creciente frustración interna ante el comportamiento de Israel en la Franja.
La advertencia del presidente representa su mayor reproche a Netanyahu de los que han trascendido desde el comienzo de la guerra y evidencia el malestar acumulado a lo largo de los últimos meses por las trabas a la entrada de ayuda humanitaria y una violencia que ha dejado más de 33.000 civiles palestinos muertos; un malestar que ha tenido su catalizador en el ataque contra los cooperantes. Es la primera vez que el presidente estadounidense pone sobre la mesa en público la posibilidad de dar un giro a su política en Gaza, hasta ahora de un apoyo decidido a Israel que incluye una sustancial asistencia militar: el mismo día del ataque contra los trabajadores de WCK, según la cadena CNN, la Casa Blanca daba el visto bueno a un nuevo envío de más de 2.000 bombas a su aliado.
En una rueda de prensa posterior, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, puntualizaba que las medidas que reclama la Casa Blanca deberán adoptarse en cuestión de “días y horas” e incluyen un aumento “drástico” de la entrada de ayuda humanitaria en Gaza y una reducción sustancial de la violencia contra los civiles palestinos y los cooperantes.
En la conversación telefónica, el presidente estadounidense también abordó la necesidad de un alto el fuego “inmediato” en Gaza para “estabilizar y mejorar la situación humanitaria y proteger a los civiles inocentes”, según la Casa Blanca. Biden instó a Netanyahu a cerrar rápidamente un pacto que permita el regreso de los rehenes israelíes que permanecen en la Franja. Los dos líderes también abordaron “las amenazas iraníes contra Israel y los israelíes”, y el estadounidense dejó claro que su Gobierno “apoya firmemente a Israel frente a esas amenazas”.
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La conversación de este jueves entre Biden y Netanyahu se perfilaba como una de las más duras entre los dos líderes desde que comenzó la guerra en Gaza hace siete meses. El ataque contra los cooperantes de WCK había resonado de manera especial en Estados Unidos, por diversos motivos. Entre los fallecidos se encontraba un ciudadano estadounidense-canadiense. José Andrés no solo es una celebridad; sino que cuenta con importantes conexiones en los círculos políticos en Washington: todo el que es alguien en la capital ha pasado alguna vez por alguno de sus restaurantes, y el chef es conocido personal del propio Biden, con quien habló inmediatamente después de la tragedia. El inquilino de la Casa Blanca se ha declarado “furioso” por el incidente, en un duro comunicado.
Imponer condiciones a la ayuda militar
La presión interna para que la Casa Blanca mueva ficha va en aumento. Los llamamientos ya no proceden únicamente de la comunidad árabe estadounidense, o del ala progresista del Partido Demócrata. WCK exige una investigación independiente sobre el ataque “sistemático” contra cada uno de los tres vehículos de la organización que regresaban a su base tras haber trasladado alimentos a un almacén en el norte de Gaza. La ONG ha llamado a los países de procedencia de sus cooperantes muertos ―Reino Unido, Polonia, Canadá, Estados Unidos y Australia, además de un palestino― a participar en ese proceso, aunque Washington ha descartado abrir su propia investigación. El principal aliado de Biden en la Cámara Alta, el senador Chris Coons, quien se describe como un “amigo de Israel”, consideraba este martes en declaraciones a la CNN que se ha “llegado al punto” para imponer condiciones a la ayuda militar de Estados Unidos a Israel.
Y ahí está el quid de la cuestión. La retórica de Washington hacia Israel es cada vez más dura. Pero los fundamentos de su política hacia su país aliado no han cambiado hasta ahora. El mismo lunes, antes de que se desencadenara el ataque contra los cooperantes internacionales, la Administración Biden autorizaba el envío de más de 2.000 bombas a Israel, la mitad de ellas de más de 200 kilos, según la cadena de televisión CNN. La semana pasada ya había dado el visto bueno a la transferencia de otros dos millares de bombas de 1.000 kilos, sin pasar por el Congreso estadounidense.
Entretanto, la comunidad árabe-estadounidense multiplica su distanciamiento de la Administración Biden: el martes, la cena de Ramadán que quería haber celebrado la residencia presidencial se convirtió en una reunión política, después de que quedara claro que los potenciales invitados no querían participar en una comida mientras se hablaba de la hambruna en Gaza. Finalmente, a la sesión asistieron media docena de invitados; un médico palestino estadounidense abandonó el encuentro, en protesta por ser el único palestino participante.
Desde X, la antigua Twitter, antiguos altos cargos demócratas de la Administración Obama, como el exasesor de política internacional Ben Rhodes, apuntan que “el Gobierno de Estados Unidos sigue suministrando bombas de 1.000 kilos y munición para apoyar la política israelí. Hasta que no haya consecuencias sustanciales, el enfado no hace nada. A Bibi [Benjamín Netanyahu] no le importa lo que diga Estados Unidos, solo lo que haga EE UU”.
El propio José Andrés ponía de manifiesto la discrepancia en la política de Biden, en una entrevista concedida a la agencia Reuters. “Es muy complicado de entender… Estados Unidos enviará a su Armada y a sus militares a emprender tareas humanitarias, pero al mismo tiempo el armamento que proporciona Estados Unidos… está matando civiles”.
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